Me acomodé sobre la silla mecedora que compré hace unos días para mi porche, y ahí abrí con facilidad la carta, cuya estampa observé por unos momentos antes de pasar a lo que el sobre escondía dentro de sí: era amarillenta, con un dibujo de tres junquillos hechos a acuarela y estaba un tanto arrugada, detalle que resaltó el hecho de que había sido reutilizada. Me pareció encantadora, y pese a su aspecto apresurado, no hizo más que ampliar mi sonrisa sin mucho esfuerzo. "¿Será de algún antiguo profesor? ¿Será de alguno de mis antiguos compañeros de cuarto? ¿Una invitación a algo? No, no creo que sea eso, pueda que alguien me haya contestado luego de mucho tiempo, me imagino", fue lo que planteé de inmediato al tener ya una vista previa de su contenido, lo cual concluí por el tono tierno del encabezado.
Debes estar emocionado en este momento, ¿no es así? Después de todo te fascina revisar el buzón cada mañana a pesar de que nunca encuentras nada, y si hice esta carta, es por eso mismo, es el formato perfecto para un romántico como tú. No te aterres, a este punto sé que debes estar por preguntarte qué demonios está pasando, y déjame decirte que ni siquiera yo lo sé aún, estoy nervioso, sudoroso, y orgulloso sobre todo. Quisiera verte esta tarde, sé que sales de tu trabajo a las cuatro y treinta de la tarde, así que no hay excusas. Podríamos ser amigos, ¿sabes? Y si no te apetece, supongo que no te molestará que publique algunas fotos que tengo de ti sin una sola prenda en mi blog. Te adjunto una de obsequio para que puedas ver lo precioso que lucías ese día. Espero verte pronto. ¡Ten un gran día, querido! > Siempre tuyo, alguien que te envió esta bellísima carta.